Hay hombres, pibones y dioses.
Después está ÉL.
Semejante desfile de músculos y pelo rubio bien merecían una
entrada propia en el blog. PARFAVAR…
Es verle y enamorársete los ovarios con furor. Hace ya unos días que recibes mensajes de
conocidos y desconocidos informándote de la existencia de este Dios vikingo
altamente empotrable. Lo que te ha hecho llegar a dos importantes conclusiones:
- Que hacer pública tu parafilia por lo nórdico tiene sus ventajas (tienes ahí afuera a un montón de oteadores que velan por tus intereses y los de tus ovarios)
- Que lo tuyo con lo nórdico roza lo patológico.
Te has repasado el Instagram de este monumento andante una
media de 7 veces diarias. Te sabes las fotos de memoria, las revisas una y otra
vez en busca de algún defecto que confirme que es mortal y humano y que
al igual que tu marido, se tira pedos y se rasca los huevos.
Pero no lo
encuentras, lo mires por donde lo mires, y cómo lo mires, es jodida e
insultantemente perfecto, está para darle un bragazo en la cara y huir haciendo
la croqueta.
Llevas varios días con este rubio metido entre ceja y ceja
(que es el único sitio donde puedes metértelo sin que te suponga un follón) y tu nórdicobsesión se ha visto culminada esta noche pasada con el
sueño erótico-festivo que has tenido con Thor que te has despertado agarrada a la
pierna de tu marido como una garrapata en celo.
Con vikingos así no, por Odin, que me pongo cachonda y la
opción de un cuarto vástago se me antoja contemplable...