lunes, 23 de septiembre de 2019

Familia al agua.

Debido al gen kamikaze de tus gemelos que no tienen ni repajolera idea de nadar ni de flotar pero aún y así, se han pasado el verano tirándose al agua al grito de jerónimo provocando tsunamis e ictus a su madre a partes iguales, este año habéis decidido apuntarlos a natación. O lo que es lo mismo, a clases de cómo sobrevivir en un entorno acuoso dando por culo lo justo y necesario.

Y como vuestra rutina semanal extraescolar es una locura de sesiones de terapias varias que divide a la familia en varios equipos habéis decidido convertir la clase de natación en una sesión familiar de piscina. Los cinco al agua. Los gemelos con la monitora y el resto a nadar en las piscina grande, seguido de jacuzzi y merendola posterior todos juntos.

La parte de jacuzzi y merendola la claváis. La de nadar ahí vais...

El padre nada habitualmente así que no cuenta. Lo hace bien y es aburrido. Lo único remarcable es su cuerpo serrano embutido en un bañador de la colección fardahuevo otoño-invierno.

Jomío se defiende. Tiene un estilo a medio camino entre el monstruo del lago Ness y un caniche, pero por ti con que no se ahogue si cae al agua y sea capaz de dirigirse a sitio seguro te conformas, no necesitas que sea Michael Phelps.

Con los gemelos empieza el show. Massimo en la piscina muta en Sor Massimo y Leo en la kale borroka son su flequillo cortado a lo leñador por estas manitas tuyas que a veces deberían estar más quietas. Pero como son dos y las cosas que van en pares hacen gracia, pues son graciosos. 

Te daba pánico atroz el momento de ponerle el gorro y las gafas a Leo pero se deja sin problema. 
Eso sí, en cuanto ve que ha terminado la clase le falta tiempo para quitárselo todo.


Cuando conociste a la monitora te dijo que le hacía mucha ilusión tener a un niño autista porque iban a aprender un montón los dos. Y tú con eso YA. Le diste un abrazo más "apretao" que el tapón de una gaseosa y te recordó que aunque hay mucho gilipollas suelto en el mundo también hay mucha gente bonita y que hay que arrejuntarse con estos últimos.

Hasta la fecha las clases van bien, lleváis tres y de momento no se ha ahogado ninguno, no ha aparecido ningún ñordo flotando en la piscina y la monitora sigue manteniendo las constantes vitales estables. 

Se quedan contentos y si ningún miembro de la familia entra en su campo de visión todo fluye. La semana pasada todo fluía hasta que Jomío se acercó a verles y ellos le vieron a él. Y si en casa Jomío es su torturador de cabecera y huyen de él a todas horas, allí berrearon como gorrinos por poder ir con él a descalabrarse en la piscina grande.

Por suerte quedaban cinco minutos para que finalizara la clase y pudiste hacer acto de presencia para calmar a las fieras. En tu cabeza sonó música celestial y un haz de luz del cielo te iluminó como la salvadora que eras que para tu estirpe, en la realidad ambos pichones se pusieron a chillar como ratas histéricas cuando trataste de sacarlos del agua porque no te reconocieron. Tuviste que quitarte el condón de la cabeza, la cinta, las gafas y los tapones para que identificaran a su progenitora. 

Lo que te lleva al siguiente punto: tú. 

Eres un cuadro acuático. Tus antecedentes con la piscina muy halagüeños no son, he aquí la prueba.

Pero el embarazo de los "repes" te dejó de recuerdo una bonita diástasis de caballo a la que has bautizado como Sagrario. Y Sagrario se encarga de recordarte a todas horas que tienes tres hijos y un bonito puñado de lumbares que parecen un congreso de reggetoneros descoordinados.

Así que consciente de que tan cierto es que la natación es el deporte más completo, como que la tierra es redonda y que las vacunas no causan autismo, que has decidido ir por las mañanas a nadar para meter de una vez por todas a Sagrario en cintura, nunca mejor dicho.

Pues bien.

El primer día tuviste que parar de nadar porque pensabas que te estaba dando un infarto. El corazón lo tenías totalmente desbocado y los brazos te ardían, literalmente. Llegó un momento en el que no podías quitarte las gafas de la cara porque no podías levantar los brazos. Te quedaste en un rinconcito de tu carril para dinosaurios tratando de recobrar el aliento, los sobacos y la dignidad mientras veías a todo cristo pasando delante de ti nadando sin parar.

Después de 45 minutos al baño maría (porque eso no era agua, era caldo) y de 18 piscinas que dolieron como 800, saliste de la piscina arrastrando los nudillos como las orangutanas y bien cenada, de tanta agua con pelos como tragaste. 

Eso sí, ya no te dolía la espalda, te dolían los brazos, los sobacos (¿desde cuándo los sobacos pueden doler y doler tanto????), los hombros, la cabeza, los ojos, los oídos y un gemelo (no vástago) por culpa de un calambre. Por lo demás, como nueva oye.

Que sí, que la natación es el deporte más completo. Te deja completamente inútil.

A partir de ahora te pondrás el desodorante en las ingles, te vestirás con los pies y escribirás con el culo. Y si a Leo le da una crisis autista y tienes que cogerlo en brazos, lo cogerás con la boca como las leonas.