viernes, 25 de noviembre de 2022

Mass, modo survivor limitless extrem on.

Tres hijos como tres soles y lo único que tienen en común son sus padres y que los tres son clones del padre hasta en el metabolismo caribeño.

Por lo demás, cada uno en las antípodas del otro.

Luca (aka Jomío) es un encanto lo mires por donde lo mires. Razonable, noble, empático, tranquilo y alegre. Es un poco “dramanieto” y su "dramabuelo" no puede estar más feliz. 

Hace unos días apareció a medianoche en el salón porque decía que no podía dormir porque tenía “tormentos del pasado”. Como no fueran tormentos del recreo no sé yo. Pero ahí le teníais explicándoos que a veces se alegraba cuando regañamos a su hermano Massimo y eso le hacía sentirse mala persona. Que a ver, regañar a Massimo forma parte de mi rutina diaria de ejercicios porque es para darle de comer a parte. Y Luca pobre, se sentía culpable por haberse alegrado cuando su hermano se había llevado algún moco por incordiarle hasta el infinito y más allá.

Leo es mi leoncino azul. Mi bombón autista que me tiene el corazón robado. Autismo aparte, es dulce, tranquilo, introvertido, inteligente y saltarín. No puedo con él, me tiene totalmente enamorada. A parte físicamente se está postulando como un dios vikingo en toda regla y se me cae la baba a chorretones con esas espaldas. 

Él está enamorado hasta las trancas de su señal de rotonda que ya la hemos adoptado como la cuarta hija, viene con nosotros a todos lados, la alimenta, la acuesta y la cuida. Está haciendo con ella todo el juego simbólico que no ha hecho en 7 años. Bienvenida sea la señal de rotonda a la familia. Amén.

Y después tenemos al benjamín. Massimo. Éste nació en modo survivor limitless extrem. O lo que es lo mismo, dispuesto a sobrevivir a sus hermanos, a sus padres y a toda la especie humana con alegría y porculismo a partes iguales.

Menudo tío. Siete años y ya dando por culo como si tuviera quince.

Massimo quiere ser youtuber. Y lo tiene claro no, lo siguiente.

Anoche le preguntó a Jomío: ¿Tú qué quieres ser cuando seas un niño más mayor? (porque se ve que no van a dejar nunca de ser niños, mira que suerte la mía...guiño...guiño).

Jomío: Astrofísico.

Mass: ¿Por qué?

Jomío: Porque me gusta la física y el universo.

Mass: Eso será aburrido. Yo seré youtuber. Diré “Saludos a todos, suscríbete a mi canal y dame un like”.

Se giró hacia mi:

Mass: ¿Mamá a los 12 años ya puedo ser youtuber?

Ese es mi futuro. Un mico de 7 años que quiere ser youtuber de videogames. Que a ver, si nos tiene que sacar de pobres no seré yo la que le corte las alas. Según él, a los 12 se abrirá un canal que tendrá muchos suscriptores y ya. Le veo algunas lagunas a su plan...

Si Leo nos rompió los esquemas de lo normo típico, Massimo nos terminó de sacar de la zona de confort a ostias. Que no haya un minuto de paz en esta casa.

Es un niño con una seguridad en sí mismo acojonante, no duda de sí mismo para nada. Nunca. Jamás. Ever. Él es está seguro de todo y es feliz, siempre. Y le suda soberanamente los cojones lo que el mundo piense, opine o respire, incluida su madre.

Un día random a la hora de comer:

“Mamá yo no me como la verdura porque es que a mi no me gusta” en tono condescendiente como si me hubiera equivocado al ponerle el plato.

Yo: “Pero te las tienes que comer igual”.

Me mira fijamente a los ojos, respira hondo como diciendo “Señor dame paciencia con esta mujer”.

“Mamá, es que a mi NO ME GUSTA (vocaliza bien esta parte como si no me estuviera enterando bien) la verdura, yo no como verdura. ¿Lo entiendes?”

Le falta solo darme dos palmaditas en la espalda de “ale, circula bonita”.

Hace unos días arropándole por la noche me suelta: “Gracias mamá, eres una buena chica”.

Se conoce que soy una buena chica cuando hago algo por él como arroparle, alimentarle, abrazarle… lo que viene siendo ser su madre vamos.

No tiene los cojones más grandes porque no le caben en los pantalones.

Es sincero hasta doler.

“¿Por qué en la escuela te comes los garbanzos y en casa no?”

“Por qué los de la escuela están muy buenos y los tuyos tienen un sabor así como de asco”

Menos mal que mi autoestima culinaria emigró allá por 1999 y me toca un pie ser un desastre en la cocina.

Su día ideal es un día en casa todo el día, en pijama, jugando a la play. Como un adolescente medio pero con 7 años en lugar de 15.

“Massimo vístete y acompáñame a hacer la compra”.

“Uy no, que estoy muy bien en pijama en el sofá”

“Es una orden”.

“¿En serio? Bueeeeeno, pero compramos galletas de chocolate blanco y fanta de naranja”.

Siempre poniendo condiciones a todo y negociando lo innegociable.

En la cola del súper. Con esa voz chillona y poco discreta que tiene:

“Mamá, ¿ya llevas suficiente dinero para pagar todo esto?”

En el coche.

“¿Puedo conducir?”

Y así.

No es que ve a mi futuro, es que mi futuro ya está aquí.

¡Buen fin de semana!

viernes, 11 de noviembre de 2022

Soy autismom.

Y a veces se me olvida. Se me olvida que esto es duro y es de por vida.

Y es que, aunque Leo es una infinita maravilla y nosotros lo llevamos muy bien, siempre hay días y siempre va a haberlos en los que todo se vuelve negro oscuro como el ojete de un orco de Mordor.

Esta mañana ha sido uno de esos días. Y lo ha desencadenado una soberana y efímera gilipollez, o no.

Long story, short: Los gemelos van a 3ero de primaria. Hoy tenían excursión en el colegio, pero hace un par de días que la cancelaron porque había previsión de lluvia para hoy. Informaron a los niños para que informaran a sus padres. ¿Me informaron mis hijos a mi o a su padre? No. Leo porque es autista y la comunicación es punto débil. ¿Te informó por otra vía la escuela para asegurarse de que te llegaba el mensaje? No. ¿Te molesta? Pues tampoco porque me gusta que traten a Leo exactamente igual que al resto de sus compañeros y a mi exactamente igual que al resto de las mamás.

Llegamos a la escuela esta mañana, hago el desembarco de rubios y salen corriendo hacia el edificio principal. Y veo a mi lado a un par de mamás de su clase y de repente mi sentido arácnido me dice que algo no va bien porque sus hijos llevan las mochilas normales en lugar las de excursión y confirmo, efectivamente, que hoy no hay excursión (los nubarrones del cielo también sugerían que hoy excursión poca pero a mí, que me planté un mes de junio en Estocolmo en chanclas, a optimista no me gana nadie).

Y yo: ¡Ostras! ¡No lo sabía, no me han dicho nada!

Y una de las mamás: “No te preocupes, no pasa nada”.

Y ahí AHÍ mi cerebro ha hecho un CLIC. Y supongo que se me ha notado en la cara porque han insistido: “No te preocupes mujer que no pasa nada. Verás como la maestra...blablabla” Y he dejado de oír. Se me ha puesto el corazón a mil, me he dado media vuelta, me he subido al coche y me he vuelto a casa llorando como una magdalena.

En esa fracción de segundo de CLIC he pensado, sentido y vivido en lo más profundo de mis entrañas que evidentemente mi hijo a diferencia del resto de niños no me ha informado porque es autista, y me he dejado llevar por el catastrofismo mental: nunca será autónomo, nunca podremos comunicarnos de manera efectiva, nunca tendrá amigos, será víctima de bullying, nunca, nunca, nunca y un largo etcétera de torturas mentales. 

Me he tirado llorando una hora, por suerte estaba el padre en casa que es la máquina perfecta de abrazos y la persona más tranquila y racional que conozco. Y juntos hemos echado la vista atrás recordando dónde estábamos hace 5 años cuando nos dieron el diagnóstico y dónde estamos ahora, y eso me ha devuelto la cordura. Suerte la mía de tenerle.

Llevábamos dos días en casa hablando de la excursión, entre otras cosas por la anticipación para Leo y porque soy una motivada.

Yo: “¡Qué guay mañana de excursión!”

Y ellos: ¡Siííí!

Yo: ¿Y de qué queréis los bocadillos?”

Y los dos: “¡Yo de jamón! ¡Y yo de queso!”

Yo: ¿Tenéis ganas de ir?

Ellos: ¡Síííí!

Yo: ¿Y a dónde vais?

Mass: ¡A la torre de la Carrova!

Leo: ¡A la rotonda a ver señales!


Aquí tendría que haber confirmado lo de la excursión con las otras mamás dada la discrepancia de opiniones ya que ambos iban a la misma. Lección aprendida por mi parte.

Leo tiene la excusa de su autismo pero el cernícalo de su hermano gemelo no. En su caso se conoce que el tamaño de sus cojonazos le afecta a la memoria a corto plazo. Por lo visto a parte de autismom soy cojonazosmom.