No contenta con tu experiencia en el medio acuático decides probar en el aire.
Así que quedas con tu amigo piloto (cualquier rubia que se precie tiene un amigo piloto) para ir a volar en su avioneta.
“¡Qué ilusión!” piensas, “¡mañana voy al club aéreo y me pasearé entre pilotos y comandantes a lo Top Gun!”
Por la mañana te levantas y escoges muy meticulosamente un vestuario apropiado para la ocasión. Hace sol, bien. Te enfundas unos vaqueros pitillo (modelo pre-mamá chachi) que te quedan de muerte, unas botas altas con taconazo y una blazer (tú no llevas americana, tú llevas blazer) con una camiseta. Complementos a parte.
Llegas al aeródromo y el espectáculo no es bien bien lo que esperabas: en lugar de fornidos pilotos y atractivos comandantes te encuentras con el señor Paco que gestiona el hangar principal y pululando por los alrededores un grupo de suicidas con paracaídas del club de paracaidismo. Entre el gentío identificas a tu amigo y muy sonriente vas a reunirte con él. Tras las explicaciones básicas pertinentes os dirigís al hangar en busca de vuestra avioneta. Un modelo pequeño pero seguro te dice él. Y os subís. Te encorsetas los auriculares de rigor con micrófono, sintiéndote una auténtica aviadora y despegáis rumbo al padre de tu criaturo que os espera con un arrocito en la costa.
Tras 4 fotos con el móvil (estás monísima y no puedes dejar de colgarlas en las redes sociales) la avioneta despega. Ya no hay marcha atrás. Tu vida está en manos del piloto, el mejor amigo de tu marido. No pasa nada piensas, puedo (tengo que) confiar en él. 50 minutos te separan de volver a pisar tierra firme pero todo irá bien, ¿qué puede fallar?
…
A los 7 minutos de vuelo ya estás agobiada. La cabina es minúscula y tus largas piernas con taconazo que apenas puedes mover se te han dormido hasta la ingle, has martirizado al piloto con mil preguntas sobre para qué sirve cada uno de los botones y no puedes hacer nada más que mirar. Miras por la ventana y sólo ves azul, del mar y del cielo, y a lo lejos en el horizonte...más azul. Aburrido. Encima hace un sol increíble del que no puedes beneficiarte porque estás encerrada en un cubículo a 3.000 pies de altura.
“¿Quieres pilotar?” te pregunta tu amigo y muy emocionada accedes. Como en todas o en casi todas las avionetas del planeta, en tu asiento dispones de los mismos pedales y palancas que el piloto. Sigues a rajatabla sus indicaciones, pones las manos en las palancas y tiras hacia tí sintiendo como el avión asciende suavemente. ¡¡¡Increíble!!! ¡¡¡Estás volando!!!
“¿Te gusta?” con tu mejor sonrisa asientes. “Entonces vamos a divertirnos un poco” dice. Y de repente ese zumbido ensordecedor que emana el motor y que te está volviendo loca para en seco. Inmediatamente la (puta) avioneta cae en picado durante los 10 segundos más largos y trágicos de tu vida. Te pones literalmente HISTÉRICA y empiezas a gritar como una posesa. Y sin saber cómo de repente la avioneta vuelve a estar en posición horizontal y estabilizada mientras tu amigo descojonándose de la risa te suelta: “Acabas de hacer TODO lo que NUNCA se le debe hacer a un piloto. Has pisado todos los pedales de dirección en plan compulsivo y con las manos te has aferrado al timón cambiando el rumbo varias veces”. Pero sigues tan alterada y despeinada que no eres capaz de darle la santísima ostia que se está gestando en tu interior así que te limitas a odiarle con la mirada y a respirar muuuy profundamente.
Dicen que cuando vas a morir ves pasar toda tu vida en un instante como una proyección de diapositivas. Pues bien, las 2 últimas cosas que te pasaron por la cabeza antes de volver en tí fueron, por este orden: tu ropa interior (si hay que morir, que sea decentemente) y la imagen de tu marido con vuestro bebé en brazos ligando con cualquier pelandrusca en el parque.
Tu amigo que nota que sigues un pelín nerviosilla trata de transmitirte calma y tranquilizarte. “Mira”, te dice, “si te asomas por la ventanilla verás flamencos, son esos puntitos rosas”.
”¿Puntitos rosas? ¿que me asome?.. ¡Éste se ha vuelto imbécil!" Los únicos puntitos rosas que ves son todas y cada una de tus neuronas que van muriendo agonizantes lentamente tras el amago de infarto.
El resto del vuelo lo haces agarrada a tu asiento, mirando al suelo, maldiciendo el momento en el que se te ocurrió subirte al puto trasto y rezando a San Parachute para que lleguéis cuanto antes a vuestro destino.
Cuando aterrizáis tu amigo te pide disculpas por el "sustillo" y las aceptas, pero por lo pronto decides volver en coche con tu marido y te juras a tí misma que a partir de ahora vas a vivir al límite: ¡¡para empezar esta noche te acostarás sin desmaquillar!!.
Dedicado a Llas.
Soy Uri. Mola rubia!! :)
ResponderEliminarjajajajajajaja!!!!! me partía imaginándote en esa situación!!!!
ResponderEliminarcuando has comentado tu llegada al hangar y lo esperado a lo encontrado había sido lo totalmente opuesto, me ha recordado un capítulo de Sex and the City (totalmente adicta a esa serie) en el que Samantha liga con un bombero y un día decide visitarle en una de sus guardias y el parque de bomberos no era realmente el Olimpo de los dioses, sino más bien un grupo de hombres gordos bebiendo refrescos, comiendo patatas fritas como si no hubiese mañana, espatarrados en un sofa con sus barrigones y como si con eso no tuviesen bastante, estaban viedo futbol en la TV!!!!!!! jajajajaajajajaa
tal cual hija...menudo fiasco. ¿El hangar? un almacén grande lleno trastos con un par de avionetas descacharradas, con decirte que la más "mona" era la de mi amigo...aún y así fue divertido aunque va a volver a volar con él su santísima madre ;o))
ResponderEliminarJajaja, pues no has salido mal parada después de todo... en mi único vuelo sin motor vomité después de un buen rato fijando la mirada en el horizonte como si estuviera intentado moverlo con la mente (indicaciones poco útiles del señor piloto para no marearse)
ResponderEliminarjaja hice lo mismo pero mirando al suelo mientras con la mente trataba de provocarle unas buenas cagarrinas al piloto ;o)
ResponderEliminarme parto ! y me entero que estoy viviendo peligrosamente (oséase sin desmaquillarme) desde hace uffff... ni me acuerdo !!
ResponderEliminarsólo he montado en helicóptero una vez, la costa asturiana muy bonita, sí, pero pedazo mareo que pillé... nunca más!
y que mal lo pasamos volando y que borricas somos que hasta que no subimos no paramos, al menos en mi caso, si es que no aprendo no aprendo...
ResponderEliminarCon el vértigo que tengo, ole la valiente..
ResponderEliminar