Este verano os habéis
lanzado a la aventura de meteros los cinco en un avión. Lo de viajar tus hijos
lo llevan bien porque son hijos de sus padres, pero lo que no sabías era cómo
iba a ir lo de meterse en una lata de sardinas con alas con un niño de 3,5 años
con autismo.
Y bueno, mal no fue. En
realidad la parte del avión fue la más fácil, la parte del aeropuerto fue un
poquito más complicada, un poquito así como una puta locura.
Y dentro de lo malo, sabes
que podría haber ido mucho peor pero eso no quita que igualmente sudasteis
sangre, sobre todo a la vuelta.
Como buena agonías que eres,
a la ida os plantasteis en el aeropuerto cuatro horas antes de la salida del
vuelo porque había muchos números de encontrar pollos: huelgas varias porque
volabais el viernes 3 de agosto, colas interminables y personal malhumorado así
que preferías llegar con tiempo e ir tanteando el perímetro, el ambiente y el
personal.
Hacía siglos que no
facturabais una maleta en el mostrador pero en esta ocasión a parte del
maletote que llevabais, tú querías hablar en persona con una azafata para
explicarle la situación y ver si tu tembleque de piernas le llegaba al corazón
y se apiadaba de vosotros contribuyendo a que la experiencia de vuelo con Leo
fuera lo más normal posible.
Fuisteis los primeros en la
cola de facturación. Llevabais esperando unos 40 minutos, tus hijos ya no
sabían cómo ponerse. Leo había probado todas las maneras de celebración del
autismo en suelo aeroportuario, vamos que ya había probado todas las poses de
buen autista haciendo la croqueta en el suelo.
Leo celebrando el autismo en suelo aeroportuario en el
Prat y Fiumicino, en Nápoles y en Cori.
No os tocó la azafata más
simpática pero sí una muy eficiente que os aseguró que ella misma iba a estar
en la puerta de embarque, que pasaríais los primeros para que Leo entrara con
el avión vacío y que unos metros más adelante podíais pasar el control de
seguridad para personas con discapacidad y así saltaros la hora de espera del
control de seguridad ordinario que tenía unas colas tremendas.
Se te abrió el cielo. No
tenías ni idea de la existencia de un control de seguridad alternativo. Y
enfilasteis hacia allí.
Una maravilla. Sin colas y
con muchos voluntarios con camisetas amarillo pollo muy solícitos dispuestos a
ayudaros con los niños.
No tuviste ni que mostrar el
carnet que acredita la discapacidad de tu hijo, en cuanto vieron el percal os
pusieron la alfombra roja y se apartaron: Leo estereotipaba en todos los idiomas de manos
posibles, Mass y Jomío jugaban a ver quién lesionaba más y mejor al otro y el
padre iba cargado de documentación como un sherpa.
Primero pasó nuestra
documentación y tras ella el padre haciendo encaje de tarjetas de embarque y
DNI’s. Tras él, Jomío y Mass sacándose los ojos. Tras ellos Leo haciendo aleteo
de manos que tú temías que saliera volando (sin avión) en cualquier momento y pegada a él cual lapa, tú
que te separaste apenas medio metro para pasar el arco de seguridad que ¡oh
sorpresa! le pitó a Leo.
Y es que resulta que el
aparatito de marras pita si llevas algo metálico y también pita aleatoriamente
y le tocó a Leo. Se te contracturó el ojete en cuanto viste que el de seguridad
y sus dos metros de uniforme con porra se dirigían hacia Leo, tú Leo.
Te interpusiste en su
camino, disimulando tus ganas de huir corriendo con Leo en brazos, toda rubia y
esponjosa: “¿Y no puede revisar al otro gemelo? Total, si ha sido aleatorio... Mire que éste es autista y no
sé yo cómo puede acabar la cosa…”.
Los dos metros de armario empotrado
en uniforme escupieron sin pestañear un mecánico: “No se preocupe señora
(tu cabeza: ¿SE-QUÉÉÉÉ?!?!?!?! ), es un momentito.”
Y sin pensarlo y de manera
totalmente impulsiva, automática y seguramente suicida, aprovechaste los dos segundos en los que se giró para
coger la espada jedi con la que cachean de arriba abajo, para pegarle el
cambiazo de gemelo y poner a Mass en el lugar de Leo.
Bastante tensa ibas como
para aumentar las probabilidades de crisis dejando que una mesa camilla de uniforme
mareara a Leo que es totalmente imprevisible. Además Mass
es más sociable y le iba a reír todas las gracias.
Y en efecto, el de seguridad debió de pensar que ese niño autista era muy "raro". Y así mejor para todos: Leo a su aire, Mass repartiendo sonrisas, el de seguridad había hecho su trabajo y tú habías minimizado las probabilidades de crisis autista al mínimo. Todos contentos.
Y en efecto, el de seguridad debió de pensar que ese niño autista era muy "raro". Y así mejor para todos: Leo a su aire, Mass repartiendo sonrisas, el de seguridad había hecho su trabajo y tú habías minimizado las probabilidades de crisis autista al mínimo. Todos contentos.
En la puerta de embarque corristeis,
cantasteis, saltasteis, fuisteis al baño, hicisteis la croqueta, mirasteis
doscientas veinte veces las pantallas donde se anuncia el estado de los vuelos,
comprasteis agua, revistas, chuches, volvisteis al baño, Leo celebró el autismo
en el suelo, volvisteis a hacer la croqueta y finalmente embarcasteis los
primeros como dijo la eficiente pero poco sonriente señorita azafata.
Para ti, el peor momento era
el de atravesar el finger y acceder al avión porque la sensación de entrar en
una lata de sardinas la tienes sí o sí. Ibas con Leo en brazos, agarrada más
fuerte tú a él que al revés, y rezando a Odín el Padre de Todos muchas veces y
en bucle para que no se negara en rotundo a entrar al avión. El tío ni pestañeó.
Ni se inmutó. Y a ti te cayeron cascadas de sudor entre las tetas y por el coxis.
El avión estaba vacío salvo
la tripulación de cabina y pudisteis acomodaros sin problema. Leo tranquilo.
Mass muy curioso investigando todo y Jomío preguntándole a la azafata más
joven si ella era de Barcelona porque él era de Barcelona pero ahora vivía en
Iaioland. Este niño se enrolla con cualquiera. En todos los viajes se pone a
hablar con todos los desconocidos a su alrededor, cuando llegáis a destino se
sabe siempre nombres, origen y destino de medio pasaje.
El trio calavera calentando asiento mientras entraba la hora de pasajeros.
Jomío en clara actitud preadolescente "lo molo todo".
Del viaje de ida en realidad
lo peor de todo fue la espera en Europcar hasta que os dieron el coche que habíais
reservado. Porque había mucha gente y cuando la chica os preguntó si en inglés
o en italiano, tu marido muy seguro dijo: italiano. Porque él cree que lo
habla bien, ¿vale?.
Dos horas. Los dos habláis
inglés y la señorita le volvió a preguntar en varias ocasiones si quería
cambiar al inglés pero tu marido hizo gala de su infinita paciencia y su par de
huevazos manteniendo la calma y esforzándose por chapurrear un italiano
decente. Decidiste dedicarte a perseguir a tus hijos por la estancia antes que
interrumpir el alegato en “itañol” de tu marido y quién sabe si también vuestro
matrimonio.
Dos horas después salíais de
allí en vuestro flamante Fiat algo.
Estuvisteis una semana y los
niños se portaron muy dignamente para los palizones que les disteis. Visitasteis
Nápoles, la costa amalfitana, Pompeya, Roma y la costa de la Latina.
También os
diluvió, Jomío tuvo momentos de preadolescente incomprendido por el cosmos, Leo
tuvo una crisis autista en el hotel que aún no sabes qué la desencadenó y tuvisteis
un encontronazo con otro coche italiano que os hizo conocer la comisaría de la Polizia Locale y
a un policía muy resolutivo y con altos niveles de empotrabilidad.
Nápoles. Tratando de ejercer de mamá y guiri a la vez. Estrés.
Cargando los 22 kg de Leo en la Plaza de San Pedro. Roma.
Paseando los 22 kg de Leo por Pompeya.
Fotos no en la costa de la Latina.
Diluvio con vistas en Roca Massima.
La vuelta fue
significativamente más dura. No coordinasteis bien la entrega del coche con la
hora de salida del vuelo y os tirasteis siete horas en el aeropuerto más dos horas
de retraso, nueve horas en la terminal que desembocaron en una fuerte crisis
autista de Leo que os hizo pasar un mal rato a todos. A él el primero, a su
familia los segundos y a las doscientas y pico personas del vuelo AZ78 Roma-BCN
los terceros.
Por suerte la gente se portó
de diez, las azafatas de 100 y el padre, Jomío, Mass y tú de 1.000.000.
Porque nadie perdió la calma cuando es muy fácil perderla y controlasteis la situación. Tú te dedicaste a calmar a Leo, el padre a coordinar a las azafatas y a evitar que nadie recibiera una patada ya que Leo se había tirado al suelo a bailar breakdance y estaba girando sobre sí mismo y pataleando y gritando a todo el que se le acercaba. Y Jomío se encargó de que Mass no se separara de él y no la volviera a liar parda ya que minutos antes había hecho saltar la alarma de una puerta de acceso a pistas.
Porque nadie perdió la calma cuando es muy fácil perderla y controlasteis la situación. Tú te dedicaste a calmar a Leo, el padre a coordinar a las azafatas y a evitar que nadie recibiera una patada ya que Leo se había tirado al suelo a bailar breakdance y estaba girando sobre sí mismo y pataleando y gritando a todo el que se le acercaba. Y Jomío se encargó de que Mass no se separara de él y no la volviera a liar parda ya que minutos antes había hecho saltar la alarma de una puerta de acceso a pistas.
Ya en el avión se durmió
todo tu campo de nabos. Tú te dedicaste a ejercer de reposacabezas infantil, a
repasar mentalmente todo lo que había pasado las últimas horas y a recolocar
las entrañas que se te habían hecho todas un nudo en la garganta.
Poco mal salgo para la movida de una hora antes
en el aeropuerto de Roma...
Pero repetiréis. La
experiencia ha sido muy positiva y habéis aprendido muchas cosas:
1. Que viajar con niños está
sobrevalorado.
2. Que un carrito ligero, o
dos, os hubieran ido de lujo.
3. Que sabes hacer un maletote
para cinco para una semana y que no supere los 18kg.
4. Que el primer estrábico del
mundo fue un padre de gemelos en un aeropuerto.
5. Que hay que minimizar a la
mínima expresión la estancia en el aeropuerto.
6. Y que para viajar los
gemelos siempre tienen que ir vestidos igual por si necesitas darles el
cambiazo.
Confirmado. Seguiréis viajando los cinco :-)
ps. Si alguien quiere ver más fotos, en mi cuenta de Instagram @estoesaprauna hay un Destacado de Stories que se llama Italia 2018 con más fotos. Enjoy!!
te admiro no sabes cuanto!! Nosotros hicimosnun viaje en avin con los 3 a Marruecos (8, 6 y bebe de 4 meses) y creia que me moria en el aeropuerto. No cambies nunca, porque el ejemplo que les das a tus hijos de tirar hacia adelante con todo el equipo es digno de admiracion. Me encantas rubia!!
ResponderEliminarSois unos campeones y unos valientes!!! Me alegro mucho de que apesar de las pequenas crisis todo fuera bastante bien y disfrutaseis de las vacaciones los cinco en familia. Un besazo!!
ResponderEliminarRubia, os tenéis ganado el cielo. Y tienes tres bombones a los que da gusto achuchar. Muacs!
ResponderEliminarp.d. A tí también me encanta achucharte, naturally.
Prueba superada, entonces!!! Qué guay que hayáis dado con gente maja. Y me parto con lo de dar el cambiazo a los gemelos. Jajajaja. Un besote y me alegro de que hayáis disfrutado del viaje.
ResponderEliminarMadre mía te voy a poner un altar, eso sí lo del carrito o lo de la mochila porteadora es para darte de leches. Teniendome a mi reina de todas esas especialidades no haberme consultado, porque en muchas ciudades hasta alquilan.
ResponderEliminarBravo rubia y molto bene!
Ayyyy, ese cambiazo de gemeloooo! Brutal! Jajajajaja!
ResponderEliminarQué bien que os hayan quedado ganas de repetir a pesar de los "pollastres". :)
Tengo curiosidad, ¿por qué le habéis puesto nombres italianos a los peques?
Muas!
Porque tenemos familia italiana y a parte nos gustan :)
EliminarSoy so, la rubia. Dejando claro que soy rubia natural ><
EliminarEsto si que es un Master y lo demás tonterías!
ResponderEliminarMuy fan del momento cambiazo. Un besazo.
Como os casasteis en Italia y vuestros hijos tienen nombres italianos, estaba convencida de que tu marido era italiano. Pobre chica de eurocar, y que obsesión de españoles e italianos el pensar que hablamos el idioma contrario ��
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