Un día eres joven y diez años después tienes tres hijos, una nevera americana y un detector de gilipollas a distancia, que no todo va a ser malo con la edad.
Entraste en 2010 recién
casada, joven, lozana y ovada como una galera. Rebosando hormona loca por todos
los poros de tu piel e ignorando por completo la que se te venía encima con la
maternidad.
En abril de ese año nació
Jomío y con él este blog. O exorcizabas escribiendo o matabas a alguien. Lo
primero no traía consecuencias legales, de momento, y lo segundo ensuciaba.
Y durante esta década, que
ha coincidido con tu aterrizaje en la maternidad, has aprendido algunas cosas. Como que tus básicos de
supervivencia de antes de ser madre no tienen nada que ver con los
de después de ser madre. Antes de ser madre de dragones no podías prescindir
bajo ningún concepto de tiempo para ti, MUCHO tiempo para ti (aunque no recuerdas para qué cojones necesitabas siempre más tiempo para ti si tenías todo el del mundo :o).
Desde que tus
rubios hicieron acto de presencia, tus básicos de supervivencia han
evolucionado y ahora no puedes prescindir bajo ningún concepto de:
Leche, patatas, huevos, yogures
y galletas. Antes os quedáis sin papel de váter y os limpiáis el culo con las
cortinas, a que falte alguno de los básicos alimenticios de tus hijos. Porque ante
hambruna inminente, por aquí se comen al hermano más débil, seguro.
Otros aprendizajes fruto de
la maternidad no menos importantes han sido que dormir, follar, cagar a solas, ponerte mascarilla en
el pelo, depilarte las dos piernas el mismo día, tener vida social, llevar
tacones, ir a la peluquería y llevar el coche limpio está sobrevalorado.
Que las toallitas infantiles
limpian tanto la mierda de un culo radioactivo como la de un horno.
Que las señoritas del turno
de noche de urgencias pediátricas se llaman María Cinta y Mari Carmen.
Que si se te tiene que
olvidar algún hijo en la escuela que sea el mayor que sabe volver solo a casa.
Que llevar a los tres
conjuntados, repeinados e ideales de la muerte no está hecho para ti, que con
que lleven una parte de arriba y una de debajo de su talla y de la estación del año correcta te conformas. Ya se
peinarán en el instituto.
Pero sobre todo has
aprendido que pretender ser igual que el resto del mundo es una supina
gilipollez.
Porque en 2014 aterrizaron
los gemelos en vuestra familia y con ellos un diagnóstico de autismo. Y lo que
en un principio se os antojó un gran problema, se convirtió en catarsis.
Como si se os cayera una
venda de los ojos y alguien apagara el extractor de la cocina, de repente todo lo visteis
y lo SENTISTEIS claro como el agua: todos somos diferentes. ¿Y QUÉ?
No haces apología del
autismo ni lo pretendes. Nunca pediste ser una autismom pero lo eres. No pediste
un hijo autista pero lo tienes, y no puedes quererlo más porque no sabes querer
más.
Siendo madre aprendes muchas
cosas, siendo madre de un niño con necesidades especiales aprendes las mismas
cosas pero con más intensidad y de un modo más desordenado e impredecible.
Siendo autismom no es que hayas aprendido a abrazar el caos, es que te has casado con él, has aprendido a sentirte cómoda
sin tener el control de NADA y a decidir y amoldarte según van sucediendo los hechos. Si esto no es supervivencia en estado puro tú ya no sabes..
A raíz del autismo de Leo también has aprendido que hay ciento doce direcciones prohibidas en Iaioland y que el alfabeto de los campeones es el cirílico.
Que no hay espíritu más
LIBRE que el de un niño autista.
Que igual que no hay dos
niños iguales, no hay dos niños autistas iguales.
Que autista es solo uno de
los muchos adjetivos que describen a tu hijo. También es inteligente,
observador, decidido, tragón, feliz y bailarín.
Que tienes una capacidad de
contención de impulsos asesinos nivel PRO que ignorabas por completo. Impulsos
generados mayoritariamente por la falta de empatía en el mundo, no por tu hijo.
Que es muy difícil pedir
ayuda y dejarte ayudar porque supone reconocer que eres incapaz de llegar a
todo (y una tiene su orgullo) pero que cuando lo haces recuperas tu espacio, tu
salud y tu vida personal. Lo que beneficia muchísimo a tus hijos (y marido) por
tenerte más contenta y relajada.
Que a veces hay que llorar
hasta decir basta para poder seguir riendo.
Que el humor es tu salvavidas.
Y que le agradeces a este cerebro tuyo la capacidad que tiene que de ver lo
cómico en las situaciones más controvertidas.
Que contra todo pronóstico
el autismo de tu hijo te ha traído paz porque has aprendido a escoger tus
batallas.
Y que no todos los ángeles tienen
alas: Sandra, Inés, Cora, Bego, Rosmarí, Joana, Alba… GRÀCIES per estimar tant
la vostra feina i estimar tant els nostres fills.
Que el 2020 venga cargado de salud, empatía y ángeles sin alas.
Que el 2020 venga cargado de salud, empatía y ángeles sin alas.
Árbol de Navidad IDEAL para nuestra familia, por la única e irrepetible artistaza Idoia Iribertegui que le digo "eh tú" y plasma en una ilustración a la perfección lo que SIENTO en ese momento. Y encima me pone pelazo.
Nena, esta conexión no es ni medio normal, ¡por muchos "dibus" más!
Eres increible!! Gracias por tanto!!
ResponderEliminarMuchas muchas felicidades rubia! Y muchos muchos achuchones y besos y .... ya sabes. Una vez más me has llegado hondo al corazón. Y por eso te admiro (y te quiero) tanto. Muac!
ResponderEliminarAunque a la mayoría de bloggers que leía ahora las (os) sigo más por insta, mi formato predilecto sigue siendo el blog, porque entradas como esta hacen reír, emocionan, llevan a pensar y ver la vida desde otros lugares... no lo dejes (pero pon fotos de empotradores en el insta, que eso siempre viene bien, jajajajaja!).
ResponderEliminarUn besote!