Puedes
vivir rodeada de vómitos, aspersores de cagarrinas, mocos y dalsy, que a ti no
te duele un mísero pelo.
Te
vomitan encima. Limpias vómitos. Respiras vómitos. Friegas vómitos. Quitas
tropezones de vómito de las sábanas para que tu lavadora tampoco enferme por
empacho de cosas sólidas.
Pones
lavadoras y secadoras a las 4 de la mañana.
Cambias
niños y sábanas a las 5 de la mañana.
Te
vas a urgencias con pintas de vender droga a las 6 de la mañana.
Y sigues en pide de guerra, limpiando, atendiendo y mimando sin cuartel. Nada puede contigo y tú puedes con todo.
Y sigues en pide de guerra, limpiando, atendiendo y mimando sin cuartel. Nada puede contigo y tú puedes con todo.
Hasta llenas
tu cama de niños enfermos emisores de vómitos y cagarrinas en un intento por mantener al enemigo en cuarentena, para evitar que se propague una epidemia en tu campo de nabos.
Pero tú duermes en
el sofá que eres madre y rubia pero no gilipollas.
No obstante el virus es más fuerte que tu campo de nabos y cada minuto que pasa se contagia otro miembro. El último en caer es el padre que queda automáticamente recluido a la zona de contención con los otros dos contagiados.
Sólo queda limpio Leo, al que dejas roncar a patita suelta en su cama con la puerta cerrada evitando todo posible contacto con la zona cero y los infectados.
Tú te mantienes limpia. Sana. Cansada, agotada y exhausta pero sana. Y con la casa reluciente a
pesar de las fontanas di vomiti y de la colección de calzoncillos con derrapes
de nocilla haciendo cola en el lavadero.
Eres
como el último bastión vikingo. La aldea gala. La “resistance”.
Y
como tú, cualquier madre. Os habéis convertido en las cucarachas
del planeta, capaces de sobrevivir a cualquier armageddon biológico que asole la
faz de la tierra.
AHORA BIEN...
Pasada la tempestad, asegurada la supervivencia de tu especie, cuando
el sol brille más, tus hijos rebosen más energía que nunca y tu marido esté
pletórico y con ganas de salir al mundo a correr bajo el sol, ese día tu culo y
tú entraréis en barrena hacia la muerte.
Ese
día no serás capaz de pestañear sin cagarte encima y te encomendarás a lo poco
que sabes para que si te mueres, a tus hijos no se los coma la mierda porque
sin ti esas leoneras van a mutar en mazmorras.
Ese
día tus hijos gritarán a todo pulmón con sus cuerpos limpios de
gérmenes y tú te harás un bicho bola en el sofá con un buen Ragnar
nórdico mientras deliras por la puta bajona que te habrá dado.
Y como ese día tus cuatro chicos no te mimen y te cuiden como bien mereces, no van a tener suficiente Iaioland para esconderse...
Que una es madre, vikinga y valiente, pero un poquito de puturrú de fuá de vez en cuando no viene mal.
Feliz primer informe de urgencias de la temporada otoño-invierno 2018/19.
a ti no te rompen con nada vikinga!
ResponderEliminarAy, el dramabuelo con sus nietos enfermos... te llegarán bidones de caldo con arroz!
ResponderEliminarjajajajaja mejor explicado imposible!!
ResponderEliminarTe has ganado el Valhalla rubia! Espero que te hayan mimado mucho. ;)
ResponderEliminarMuas!