miércoles, 5 de julio de 2023

Cosas que pasan cuando no hay niños en casa.

Silencio absoluto. Solo se oyen las bombas de napalm del padre cuando va al baño.

Me veo reflejado el culo en las baldosas del baño. Los baños aguantan limpios todo el día. Lloro.

Escribo un post un miércoles a las 20:30 en cinco minutos.

No hay una montaña infinita de ropa sucia en el cesto, ni de ropa para tender o doblar y guardar. 

La nevera tiene mucha comida. No desaparecen los yogures de cuatro en cuatro en un pestañeo.

El mando de la tele no desaparece misteriosamente. Siempre está en su sitio.

Y podemos ver lo que nos da la gana a nosotros. Sin dibujos, ni canciones cansinas ni series infantiles y/o adolescentes odiosas.

Puedo trabajar desde casa sin dos monitos haciendo ruidos y pidiéndome cosas constantemente. 

No hay un rastro de caucho desde el cuarto del mayor hasta el jardín. Le obligamos a quitarse las botas de entreno en el jardín para evitar las juanolas el caucho dentro de casa y el de las botas lo evitamos, pero el que se le va cayendo del culo (literal, es portero y se reboza en el terreno de juego) no. 

No tengo la presión mental de tener que pensar en cenas. 

El padre puede ir a recogerme al aeropuerto un martes a las 23:30 de la noche.

Podemos salir a cenar solos si nos apetece sin molestar a nadie (abuelos, canguro...).

La vida transcurre lenta, la puedes contemplar y decidir a conciencia qué vas a hacer después.

Pero vaya puta mierda de vida.

Echo de menos a mis tres cernícalos. 

Echo de menos escuchar constantemente voces, conversaciones surrealistas, risas, cabreos, discusiones, toses, estornudos, risas otra vez, abrazos espontáneos entre hermanos seguidos de collejas, peleas por la última natilla (en esta casa una natilla ha sido objeto de gabinetes de crisis y consejos de guerra) y esa sensación de estar los cinco encajados en el sofá sin poder movernos súper incómodos pero muy a gustito.

No tiene sentido y lo tiene todo. 

Dos días quedan para recuperar la entropía de la casa, hasta entonces a seguir disfrutando de las bombas de napalm del padre.