sábado, 9 de septiembre de 2023

Testosterona, testosterona everywhere (con acento americano).

Hace unos días vi un meme que decía algo como “Criar chicos significa estar todo el día oyendo hablar de fútbol, Christiano, Messi, Roblox, Minecraft, Geometry Dash, pizza, pedir constantemente que se duchen y que se laven los dientes”.

Añadiría “y sobreviviendo a sus ataques de napalm en todos sus formatos”.

Omá que hartura de mozos...

Siempre quise tener un hijo y lo tuve. Y mis ovarios no contentos con darme un hijo decidieron por su cuenta darme dos más, chicos también. Así que aquí estoy, viviendo rodeada de seres humanos con bolas colganderas entre las piernas.

Y es maravilloso, vaya si lo es. Ser la abeja reina de la colmena lo mola todo pero tiene infinitos riesgos asociados.

Como estar un día tan tranquila en el sofá perdiendo el tiempo en redes sociales y que te venga uno de tus hijos, uno al azar, corriendo como si no hubiera mañana gritando “¡¡mamá, mama ven corriendo, ¡¡¡tienes que venir!!!” Y tú, como buena madre licenciada en el noble arte del brinco mortal ante berrido de hijo en apuros te levantas de un salto y vas. Y corres. Y llegas. Y hueles. Y un pedo de napalm te explota in da feis. Y tu hijo, empieza desternillarse sobre sí mismo y a reír a mandíbula batiente más feliz que un “gínjol”. ¿Por qué de qué sirve tirarse una bomba de ántrax si no va directo a la pituitaria de tu madre?.

El segundo pasatiempo favorito de mis hijos es hacerme oler partes random de su cuerpo y a ser posible que me ponga verde pistacho y me maree.

Anoche viendo la batalla de los bastardos de Juego de Tronos (otra vez) me encontré una manita debajo de mi nariz envolviendo todas mis fosas nasales y obligándome a esnifar las desconocidas y misteriosas partículas de mierda que hay en la palma de la mano de mi hijo. El mismo que igual se está sacando un moco que rascándose un huevo. En toa mi cara. Sin anestesia. Y detrás de la manita una carita esperando mi veredicto con la esperanza de que fuera acompañado de arcadas y una infección pulmonar.

Tener solo hijos es una oda a la escatología en su estado más puro. Si da asco mola, si encima huele mal mola más. Si encima tu madre se pone verde y tiene arcadas es el súmun de lo putomejor del mundo.  

Ni Leo se salva de esa máxima. Como buen autista pensaba que sería maniático y le molestarían ciertas texturas (como la de la mierda) y ciertos olores (como los de la mierda también) pero no. He parido al autista escatológico que se une al festival de los horrores de sus hermanos.

A un autista escatológico natural de Oklahoma, Estados Unidos. Porque mirad que delicia de acento americano gasta mi hijo:

 


¿De dónde lo ha sacado? Pues no lo tengo claro del todo. Porque vale que cuando nació Jomío impuse la dictadura en casa de ver todo en versión original y empieza a dar sus frutos, pero es que el acento de Leo nos deja en evidencia al resto de la familia.

Mi jefa americana me sigue en Instagram y me soltó un "¿Tu hijo es monísimo pero ese inglés no se lo has enseñado tú, ¿¿verdad??" No hija no, qué le voy a enseñar yo que soy de la generación del "watanegui consup...sopa de caracol, ¡hey!".