jueves, 26 de septiembre de 2013

La cocina y tú.

Tenéis previsto un cambio de hogar y estás planteándote muy seriamente obviar la cocina. Podríais aprovechar ese espacio para crear un espacio útil donde tu autoestima esté a salvo y no huya por patas cada vez que entras.

Has intentado cocinar varias veces, tampoco cada día porque no es verdad, eres mala cocinera, no una suicida emocional, y no hay feeling, para nada.

Dicen que cocinar relaja. Los cojones. A ti te ataca, pero bien. Entonces le das al vino y ya no hay quien se centre. Suerte que en cuanto entran en acción hombredepacienciainfinita y su pachorra, sacan de la chistera (aka nevera) alguna maravilla culinaria que salva de la inanición a tu estirpe.

Y ya tiene tela que seas tan negada en la cocina porque los genes los llevas de serie. Tu madre cocina bien, pero es que tu padre te cocina una mierda con patatas fritas y repites 3 veces de mierda. Esto es así.

Pero como tienes más que asumido que has heredado sus nórdicos rasgos y su don rollista pero no su arte culinario, el fin de semana pasado decidiste probar suerte en otro ámbito: la repostería. 

Primer objetivo: el tiramisú de tu madre. Famoso en la familia por ser una receta  heredada, exquisita y tremendamente SENCILLA. 
Sólo había que mezclar cosas, coño y eso no podía ser muy complicado.

Pero cuando no puede ser no puede ser y además es imposible.

Para empezar ni con la receta en la mano fuiste capaz de hacer la compra del tirón. Hasta tres veces tuviste que volver al supermercado porque te dejabas algún ingrediente y teniendo en cuenta que hablamos de una receta de sólo 5 ingredientes, pues mal, muy mal.

Cuando lo tuviste todo te aplicaste con ahínco: las yemas, el azúcar, el mascarpone, las claras a punto de nieve… todo al dedillo. Y lo dejaste en la nevera.

Al día siguiente una vez presentado a los comensales y catado, hecha una ansias esperaste el veredicto de éste, tu primer tiramisú y como no podía ser de otra manera el primero en hablar fue el el iaio, tu padre.

Y como tampoco podía ser de otra manera, no se podía limitar a un “que rico” o “que malo”, no. Se levantó ante los 15 comensales alzando su plato de postre al aire y solemnemente dijo:


En propiedades organolépticas has sacado un 9.3, está muy bueno de sabor y el aroma es correcto. En textura has sacado un 8.5, muy suave pero le falta el toque de mamá (ahí donde más duele). En estructuras un 7.8, la proporción de capa de crema y bizcocho no es la idónea, pero como empedrado romano te ha quedado cojonudo. Y en apariencia has sacado un 3, mira que está bueno pero es que es feo de cojones”.



Tú con tu padre a veces dudas de que viváis en el mismo planeta. ¿Organo-qué?

Y por si tu autoestima no había quedado suficientemente confundida, por la noche remató la faena Jomío al preguntarle por las croquetas que se estaba comiendo, que también las habías hecho tú.

Tú: “¿Están ricas, cariño?
Jomío: “No, pero tengo hambre”.

Para qué coño preguntas...

lunes, 9 de septiembre de 2013

Fin de las vacaciones.

No son vacaciones de verdad sin sobrepeso, sin resacas, sin heridas que requieran de primeros auxilios y sin terremotos nocturnos. Esto es así.

Este verano os habéis enrolado en un viaje en coche de más de 4.000 kilómetros (4.431 para ser exactos) por La Toscana con Jomío. Y habéis vuelto con el pack completo: lorzas, resacas y heridas.  
Y es que hay que ser muy gilipollas y tener muy poco amor propio para no volver con sobrepeso de Italia. Como pitones hambrientas frente a montañas obscenas de pasta que os ponían las glándulas salivales como un carguero de sandías. Si en tu casa la pasta se acompaña de ensalada, en La Toscana se acompaña de filetes de brontosaurio a la Fiorentina. Y a comer hasta que la vesícula pida clemencia.




En cuanto a accidentes no os podéis quejar, en can la rubia os juntáis el hambre con las ganas de comer. Bajando unas escaleras te metiste un viaje en el culo que has tenido el cachete derecho teñido de negro pantone y totalmente inutilizado dos semanas. No has podido sentarte ni mucho menos mirar a Cuenca hasta hace muy poquito. Que bonito es Cuenca ;-)
Y hombredepacienciainifinita no se queda corto. Pensando que Jomío se había caído al lago en el que estabais holgazaneando, se tiró sin pensárselo dos veces a rescatar al heredero. El gesto heroico hubiera quedado de lo más resultón si no se hubiera descalabrado al tirarse en una zona donde no había más de dos palmos de profundidad. Suerte que en lugar de tirarse de cabeza al estilo Mitch Bucanan, lo hizo al estilo Fernando Esteso, de culo. Si no p’haberse matao.
Para rematar las vacaciones vivisteis un terremoto nocturno en Toscana que dejó más que patente que los padres de Jomío sois unos panolis.

Tumbados en vuestra cama king size mirando la luna por uno de los ventanales y contando historias para no dormir, de repente sentisteis dos sacudidas importantes que hicieron temblar todo el edificio. Al principio pensaste que hombredepacienciainfinita había reventado el guiness de los récords de las bombas de metano hasta que la cama empezó a temblar. 

Y los papás y las mamás sois muy valientes hasta que la cama se mueve sola. 

Jomío aplaudió al grito de “¡más, más!” pero hombredepacienciainfinita y tú os hicisteis caquita encima, mucha.

Casi hasta como para haberos alegrado de haber vuelto a la seguridad de la rutina en la urbe, pero sólo casi.

Feliz reentré en los trabajos y en las escuelas.