Y ya tiene tela que seas tan negada en la cocina porque los genes los llevas de serie. Tu madre cocina bien, pero es que tu padre te cocina una mierda con patatas fritas y repites 3 veces de mierda. Esto es así.
Sólo había que mezclar cosas, coño y eso no
podía ser muy complicado.
Para empezar ni con la receta en la mano fuiste capaz de hacer la compra del tirón. Hasta tres veces tuviste que volver al supermercado porque te dejabas algún ingrediente y teniendo en cuenta que hablamos de una receta de sólo 5 ingredientes, pues mal, muy mal.
Cuando lo tuviste todo te aplicaste con ahínco: las yemas, el azúcar, el mascarpone, las claras a punto de nieve… todo al dedillo. Y lo dejaste en la nevera.
Al día siguiente una vez presentado a los comensales y catado, hecha una ansias esperaste el veredicto de éste, tu primer tiramisú y como no podía ser de otra manera el primero en hablar fue el el iaio, tu padre.
“En propiedades organolépticas has sacado un 9.3, está
muy bueno de sabor y el aroma es correcto. En textura has sacado un 8.5, muy suave pero le falta el toque de mamá
(ahí donde más duele). En estructuras un 7.8, la proporción de capa de crema y
bizcocho no es la idónea, pero como empedrado romano te ha quedado cojonudo. Y
en apariencia has sacado un 3, mira que está bueno pero es que es feo de
cojones”.
Tú con tu padre a veces dudas de que viváis en el mismo
planeta. ¿Organo-qué?
Y por si tu autoestima no había quedado suficientemente confundida, por la noche remató la faena Jomío al preguntarle por las croquetas que se estaba comiendo, que también las habías hecho tú.
Tú: “¿Están ricas, cariño?”
Jomío: “No, pero tengo hambre”.
Para qué coño preguntas...