lunes, 28 de marzo de 2011

Volando voy, volando vengo..

No contenta con tu experiencia en el medio acuático decides probar en el aire.

Así que quedas con tu amigo piloto (cualquier rubia que se precie tiene un amigo piloto) para ir a volar en su avioneta.

¡Qué ilusión!” piensas, “¡mañana voy al club aéreo y me pasearé entre pilotos y comandantes a lo Top Gun! 


Por la mañana te levantas y escoges muy meticulosamente un vestuario apropiado para la ocasión. Hace sol, bien. Te enfundas unos vaqueros pitillo (modelo pre-mamá chachi) que te quedan de muerte, unas botas altas con taconazo y una blazer (tú no llevas americana, tú llevas blazer) con una camiseta. Complementos a parte.


Llegas al aeródromo y el espectáculo no es bien bien lo que esperabas: en lugar de fornidos pilotos y atractivos comandantes te encuentras con el señor Paco que gestiona el hangar principal y pululando por los alrededores un grupo de suicidas con paracaídas del club de paracaidismo. Entre el gentío identificas a tu amigo y muy sonriente vas a reunirte con él. Tras las explicaciones básicas pertinentes os dirigís al hangar en busca de vuestra avioneta. Un modelo pequeño pero seguro te dice él. Y os subís. Te encorsetas los auriculares de rigor con micrófono, sintiéndote una auténtica aviadora y despegáis rumbo al padre de tu criaturo que os espera con un arrocito en la costa.

Tras 4 fotos con el móvil (estás monísima y no puedes dejar de colgarlas en las redes sociales) la avioneta despega. Ya no hay marcha atrás. Tu vida está en manos del piloto, el mejor amigo de tu marido. No pasa nada piensas, puedo (tengo que) confiar en él. 50 minutos te separan de volver a pisar tierra firme pero todo irá bien, ¿qué puede fallar?


A los 7 minutos de vuelo ya estás agobiada. La cabina es minúscula y tus largas piernas con taconazo que apenas puedes mover se te han dormido hasta la ingle, has martirizado al piloto con mil preguntas sobre para qué sirve cada uno de los botones y no puedes hacer nada más que mirar. Miras por la ventana y sólo ves azul, del mar y del cielo, y a lo lejos en el horizonte...más azul. Aburrido. Encima hace un sol increíble del que no puedes beneficiarte porque estás encerrada en un cubículo a 3.000 pies de altura.

¿Quieres pilotar?” te pregunta tu amigo y muy emocionada accedes. Como en todas o en casi todas las avionetas del planeta, en tu asiento dispones de los mismos pedales y palancas que el piloto. Sigues a rajatabla sus indicaciones, pones las manos en las palancas y tiras hacia tí sintiendo como el avión asciende suavemente. ¡¡¡Increíble!!! ¡¡¡Estás volando!!!

¿Te gusta?” con tu mejor sonrisa asientes. “Entonces vamos a divertirnos un poco” dice. Y de repente ese zumbido ensordecedor que emana el motor y que te está volviendo loca para en seco. Inmediatamente la (puta) avioneta cae en picado durante los 10 segundos más largos y trágicos de tu vida. Te pones literalmente HISTÉRICA y empiezas a gritar como una posesa. Y sin saber cómo de repente la avioneta vuelve a estar en posición horizontal y estabilizada mientras tu amigo descojonándose de la risa te suelta: “Acabas de hacer TODO lo que NUNCA se le debe hacer a un piloto. Has pisado todos los pedales de dirección en plan compulsivo y con las manos te has aferrado al timón cambiando el rumbo varias veces”. Pero sigues tan alterada y despeinada que no eres capaz de darle la santísima ostia que se está gestando en tu interior así que te limitas a odiarle con la mirada y a respirar muuuy profundamente.

Dicen que cuando vas a morir ves pasar toda tu vida en un instante como una proyección de diapositivas. Pues bien, las 2 últimas cosas que te pasaron por la cabeza antes de volver en tí fueron, por este orden: tu ropa interior (si hay que morir, que sea decentemente) y la imagen de tu marido con vuestro bebé en brazos ligando con cualquier pelandrusca en el parque.

Tu amigo que nota que sigues un pelín nerviosilla trata de transmitirte calma y tranquilizarte. “Mira”, te dice, “si te asomas por la ventanilla verás flamencos, son esos puntitos rosas”.
¿Puntitos rosas? ¿que me asome?.. ¡Éste se ha vuelto imbécil!" Los únicos puntitos rosas que ves son todas y cada una de tus neuronas que van muriendo agonizantes lentamente tras el amago de infarto.

El resto del vuelo lo haces agarrada a tu asiento, mirando al suelo, maldiciendo el momento en el que se te ocurrió subirte al puto trasto y rezando a San Parachute para que lleguéis cuanto antes a vuestro destino.

Cuando aterrizáis tu amigo te pide disculpas por el "sustillo" y las aceptas, pero por lo pronto decides volver en coche con tu marido y te juras a tí misma que a partir de ahora vas a vivir al límite: ¡¡para empezar esta noche te acostarás sin desmaquillar!!.


Dedicado a Llas.

lunes, 21 de marzo de 2011

Aquellos maravillosos días...

Esto no es lo que te habían vendido…¡menuda estafa el p*** embarazo!

Primero las naúseas, después todos los virus de la colección invierno-otoño 2010-2011 y ahora GRANOS! Encima anoche no te quitaste el rímel y esta mañana has amanecido convertida en panda.

Te has convertido en todo un cúmulo de despropósitos humanos :(' 

Y para colmo, no puedes dejar de pensar en tu vida a. e. (antes del embarazo) cuando la improvisación y la espontaneidad formaban parte de tu día a día.
No paras de rememorar días míticos como aquellos martes que empezaban con birras y acababan en gintonics, o cuando te apuntabas a una fiesta simplemente porque te apetecía y tenías tiempo. Recuerdas con especial cariño (y vergüenza) el día que fuiste a tu primer evento político con una amiga para darle apoyo a tu marido en una campaña que acababa de lanzar con su empresa.

El evento tuvo lugar en uno de los enclaves más bonitos de tu ciudad y dio comienzo con la presentación de la campaña gestada por la empresa de tu marido, lo que te convirtió automáticamente en PRIMERA DAMA. 

Noventa minutos y 7 bostezos más tarde finalizó el acto y empezó lo verdaderamente importante: ¡la barra libre y el picoteo! Así que rauda y veloz te escabulliste entre la multitud hasta la barra y saliste gloriosa y sonriente con dos copas de cava hasta arriba, una para ti y otra para tu amiga. La buscaste con la mirada y la localizaste a lo lejos hablando con un señor mayor. Te acercaste radiante y pletórica con tus copas de alcohol hasta ella, le diste una de las copas y te plantaste a su lado con cara de felicidad, “sol, cava y mucha gente” y te quedaste sonriendo mirando al infinito.


¿Y tu amiga qué opina?" Le dijo de repente el señor mayor a tu amiga sacándote de tu momento de paz con el mundo. “Eh..uh…¿quién? ¿yo?” soltaste. Pero no te dejaste amilanar no señora, al llegar habías identificado las palabras “Administración Pública”, “ciudadano”, “beneficio” y “medidas” y con esas cuatro palabras y tu labia te sobraba material para publicar un libro así que te atusaste el pelo, le pegaste un buen sorbo a tu copa de cava, churrupada al piti y te lanzaste cuesta abajo y sin frenos: “¡Sí señor! La Administración Pública deja mucho que desear. De nada nos sirve que se tomen nuevas medidas internas para ser más “eficientes” (haces el gesto de entre comillas con las manos y con mueca de asco) hay que tomar nuevas medidas externas pensando en el ciudadano, que éste note de primera mano las mejoras, si no ¿¿para qué??” Estuviste a un nanosegundo de que se te escapara tu alegato final: “¿Pa qué? ¿¿Pa cagarla??” y no se te escapó porque justo en ese momento tu tacón de aguja se metió en una de las rendijas del desagüe que tenías a tus pies y que ni habías visto y pegaste un traspié que hizo que media copa de cava manchara la americana de tu amiga y que tu cigarrillo saliera volando en dirección al señor que muy hábilmente hizo un rápido movimiento matrix dejando a todos los presentes perplejos.

Finalizada tu magnífica presentación a todos los presentes en general y a este señor en particular, y oliéndose tu amiga que la podías liar mucho más en muy poco tiempo, corrió a zanjar tu participación en la conversación diciéndole: “Sr. Conseller creo que no le he presentado a mi amiga”. Y a ti se gira y te dice: “Te presento al Sr. Conseller aunque supongo que las presentaciones de él sobran.” 
Pues no. No sobran para nada porque no tenías ni repajolera idea de que este señor mayor con reflejos de ninja era la máxima figura política presente en el lugar, que inmediatamente te dice: “Encantado de conocerte, interesantes ideas las tuyas, les daré un par de vueltas. Y si me lo permiten señoritas voy a reunirme con mis compañeros”.

Y tú te fuiste derechita a apuntarte a Rubias Sin Fronteras...

lunes, 14 de marzo de 2011

La mejor defensa es un buen ataque

Estás en el bus rumbo a la consulta del médico dispuesta a desarmar a comadreitor.

Andas sumida en tus pensamientos de venganza con una sonrisa maléfica dibujada en la cara cuando de repente alguien te saca de tu ensoñación al son de: “Eh tú! Sí sí la rubia, ¿te importa cederle tu asiento a esta señora?”. A lo que tu primera reacción es de indignación “Eh! Que estos asientos TAMBIÉN están reservados para mí!! ¿No ves mi barriga?” pero se acerca tu parada y cedes tu asiento. Y al instante la misma que te ha llamado la atención dice: “¡Es que no hay vergüenza!” y ahí ya no te puedes callar: “Perdone señora, pero lo que no hay es sitio.” Le enseñas tu barrigota y te bajas toda digna.

Ya en la consulta decides centrarte en lo verdaderamente importante: entender la retorcida psicología patológica de comadreitor.

Nada más entrar ves una sombra deslizarse como una serpiente y la identificas al momento, es ella. Está en posición de ataque con la Libro de las Sombras en su mano. Así que sacas a relucir tu entrenadísima sonrisa falsa y te diriges a ella con un estupendo: ¡Buenas tardes! A lo que te responde con un intento de sonrisa forzada y te dice: “métete aquí, quítate la parte de abajo y haz un pipí”. Esta señora tiene la sensibilidad de una mesa…

Pero no vas a tirar la toalla tan fácilmente, así que sigues dándole conversación y adelantándote a su ataque: “Mira tengo un problema, y es que siempre he hecho mucho deporte y ahora que no hago, engordo con una facilidad pasmosa, y eso que no como nada de grasas, ¿eh? sólo fruta, verdura y carne y pescado a la plancha, y aún y así engordo más de lo que debería. ¿Qué me sugieres que haga, Oh Comadreitor, Gurú y Oráculo de la Sabiduría preñatril? Ilumíname con tu infinita experiencia y muéstrame el camino!” te entran ganas de decirle, pero esto último no tienes huevos de decírselo.

La tienes justo donde querías: pensando que eres tontalculo y que necesitas ayuda así que en lugar de atacarte se pone condescendiente y confiada contigo “Contrólate la sal, es el verdadero enemigo de las embarazadas, puedes sustituirla por limón o vinagre para que la comida no te sepa sosa. Y ¿porqué has dejado de hacer deporte? Trata de hacer algo de deporte suave, camina pero sin cansarte”.

Eso haré, volveré caminando a casa después del trabajo cada día.” Le respondes con una mega sonrisa.

Perfecto! Pero sobretodo no camines rápido porque no es bueno para la matriz, te pegará tirones”.

Eso haré también, volveré caminando a casa después del trabajo cada día, muy despacio, aunque tarde 2 hora en llegar a casa”. Otra mega sonrisa.

Uy! Sí que has engordado sí…pero te voy a quitar estos 600gr porque el vestido que llevas creo que pesa mucho

¡¡¡¡BINGO!!!! Comadreitor-1 Rubia-1 ¡Empate! :)

Aún más cuando te mide la tensión y te dice: “¡estás perfecta!” Estás a punto de morir de gloria. Encima para rematar tu victoria antes de irse se despide con una sonrisa casi humana. Eres una crack.

Pero como todo no puede ser perfecto, en esta ocasión es tu ginecólogo el que viene a joderte la marrana.

Estás más anémica que en la última analítica, ¿te estás tomando el hierro que te receté?

¡Por supuesto!” le contestas flipando, ¡¡pero si cagas tornillos!!

”Pues voy a recetarte una dosis mayor y doble”.

Cojonudo, a partir de mañana cagarás yunques de hierro forjado.

Y no contento con ponerle el “más difícil todavía” a tu intestino en lugar de hacerte una eco se limita a ponerte una especie de megáfono encima de tu barriga y tras escuchar los latidos de tu pequeñín te dice: “ya está, puedes vestirte”.

¿Cómo?! ¿?¿?Y mi eco?!?!”

“Hoy no toca eco, hoy sólo seguimiento, en la próxima visita te haré la eco”.

“¿Entonces me voy sin ver a mi retoño? ¿!¿Tengo que esperar otro (puto) mes?!?”

“Sí”.

¿Quién eres tú y qué has hecho con mi ginecólogo?

Te quedas sólo medio feliz. Le has metido un gol a comadreitor pero no has podido verle la carita a tu retoño.

Cuando te vas empiezas a pensar que tal vez comadreitor no sea tan mala, sólo que no sabe ser otra cosa. Cuando llegas a casa decides dar con la prueba de que las comadrejas antaño eran seres amables y dulces y te pones a investigar (te metes en Google vamos) y vaya que si das con la prueba! Descubres que las preguntas más frecuentes de las embarazadas son:

“ ¿Es peligroso para el bebé hacer fotocopias durante el embarazo?”
“¿Puedo hacerme la manicura estando embarazada?”
“¿Puedo practicar sexo anal estando embarazada?

Y tu preferida:

“¿Puedo tragar semen durante el embarazo?”


Ante semejante nivel de gilipollez las comadronas no han tenido más remedio que abdicar y dejar el sentimentalismo de lado para convertirse en embajadoras del mal rollo y el puteo.

lunes, 7 de marzo de 2011

Comadreitor-1 Rubia-0

 Preñada y a dieta. 

Y aún y así, llevas emocionada todo el fin de semana pensando que el lunes vas a  volver a ver a tu retoñito.

Pero a medida que se acerca la hora de la visita te vas poniendo nerviosa, sabes que antes de poder disfrutar de las carantoñas de tu retoño tienes que pasar el mal trago por excelencia, el peor momento de cualquier preñada que se precie, tu peor pesadilla desde que te quedaste en estado de “buena esperanza”, la puta báscula maligna: ese trasto de metal, frío, solitario y abandonado en un rincón de la consulta. Y con ella, su verduga:  comadreitor: la guardiana de los kilos, el rencor en estado puro, la mala ostia concentrada en metro cincuenta de setentona con gafas de abuela con cadenita.

En cuanto llegáis os hacen pasar y empiezas a hiperventilar porque te ha parecido ver de soslayo a comadreitor acechando en la penumbra. Y en efecto, de repente entra en la consulta dando órdenes: “Tú, siéntate ahí” le dice a tu santo esposo, que obedece sin rechistar. Y a ti te dice “quítate la parte de abajo de la ropa”. 
Eres incapaz de imaginártela en modo cariñoso, más bien te la imaginas en modo dominatrix: ¡Tú, mueve el culo y con garbo!

Te metes en el WC y te empiezas a desnudar, pero esta vez NO te va a pillar desprevenida, así que no sólo te quitas la parte de abajo, también la de arriba y te dejas lo imprescindible para no quedarte en pelota picada. Oyes que te dice: “puedes dejarte los zapatos y los calcetines”.“¡Los cojones!” piensas “y pesar 300gr más?? ni LOCA!!

Sales con el pandero al aire y con un gesto nazi, decidido y maléfico te indica que te subas a la báscula. Respiras hondo, subes un pié, miras la pantallita de los dígitos, subes el otro pié y te encomiendas a todos los santos mirando hacia el techo. Cuando bajas la mirada observas radiante que la báscula marca un estupendo 65,8 Kg (en tu última visita fueron 67Kg) y sonríes aunque comadreitor sigue anotando cosas en su “libro de las sombras” sin levantar la vista hacia la báscula. Y justo cuando levanta la mirada y se fija en la pantalla, los numeritos cambian y se pone a 66 Kg!!! NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Y toda orgullosa proclama en voz alta y triunfante: “SESEINTA Y SEIS KILOS, MONA!”. ”Noooooooo ponía 65,8 hasta que ha mirado!!”. Por supuesto tus súplicas de preñatriz no surten efecto en comadreitor y anota un 66 al que te apetece añadirle otro 6 …666…! La odias. Y a su báscula también. Es su alter ego reencarnado en aparato de tortura para rubias embarazadas.

Has perdido un kilo, no está mal, ¿ves? Así las próximas semanas podrás comer de todo como cualquier persona normal”….¿¿¿¿¿PERSONA NORMAL?????....”¿¿¿¿¿pero qué coño se supone que somos las embarazadas?????”…

Acto seguido te obliga a tumbarte en la camilla y te ordena que te subas la manga de la camisa para tomarte la tensión. Y mientras el cacharro se va desinflando en tu brazo y tú sigues pensando en la mala ostia del comentario de marras, suelta con su habitual mala leche contenida: “¡¡Si es que las embarazadas hacéis lo que os da la gana!!!”. Atónita te quedas “y ahora, qué coño se supone que he hecho mal????!!!”.”¡El otro día estabas baja de tensión y hoy estás más alta!”.”Ah cojonudo. Perdone señora pero no pretenderá que esté exactamente igual. Discúlpeme por no tener absoluto control sobre mis constantes vitales!!”.
Y sigues resoplando como un búfalo mientras se aleja refunfuñando por lo bajini y tu marido alucina con lo que ha presenciado.

Ya en casa, después de haber disfrutado de 15 minutos de las piruetas de vuestro hijo en una pantalla de plasma, te tumbas en el sofá con tu historial de embarazada actualizado y con las últimas ecografías incluidas. Te dispones a disfrutar de las imágenes congeladas de tu retoño cuando de repente, en el cuadro resumen del seguimiento de tu embarazo, observas con total nitidez y claridad la cifra que ha anotado comadreitor en tu curva del peso….66,5 Kg!!!!!!!!!!!!!!! Te ha puesto medio kilo más por la puta cara!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Adjuntas PRUEBA del delito:
¡¡¡¡SERÁ HIJA DE LA GRAN RE-P***!!!!

Ha ganado esta batalla, pero no la GUERRA!!!