lunes, 14 de abril de 2014

SPA

No está hecha la miel para la boca del asno. 

Y cuando dices miel quieres decir spa, y cuando dices asno quieres decir rubia.

El fin de semana pasado hicisteis usufructo de un regalo estupendo que implicaba toda una mañana en un spa siendo malcriados por suaves manos a la luz de las velas, rodeados de incienso de flor de loto y con música de flautas de bambú de fondo. Todo muy zen.

Muy zen y muy sugerente, hasta que te bajaste los pantalones en el vestidor y una hilera de pelos te hizo la ola desde el tobillo hasta el muslo.

Se te olvidó depilarte. Bravo.

Por suerte una es rubia de verdad de la buena, y negros no son, pero estar, estaban, y otra no los verá pero tú sí y tu marido también, y a cabrón exigente no le gana nadie.

No hay dolor, seguiste. 

Al cabo de un rato y enfundada ya en tu bañador color berenjena te dirigiste al circuito de “aguas” y al pasar por delante de una pared enorme cubierta de espejo sufriste la peor de tus epifanías: tú cuerpo serrano convertido en un cacho de látex con cuatro extremidades blanquecinas y peludas. Horror.
Y de esta guisa, estabas a punto de encontrarte con el cabrón exigente que te tenía que frunjir esa noche. (Nota mental: comprar pilas para las noches de marido inalámbrico).

Tras varias carcajadas por parte del que un día dijo “en la salud y en la enfermedad, en la depilación y en lo savage” os dispusistéis a entrar en el circuito de aguas. 

Relajante, ¿no? Los cojones.

¿Desde cuándo ir en chanclas por suelo mojado es sinónimo de resbalón triple mortal? Ahí estabas tú, con tus flácidas carnes rebotando contra el suelo y despeinándote las piernas ante los presentes. 

Pasastéis por todo tipo de tortura húmeda, tortura mojada y/o tortura chorreante y terminasteis en las duchas. 

Y se llama ducha de contrastes pero se pronuncia me cago en la virgen puta un chorro de agua siberiana me acaba de criogenizar el riñón derecho a quién narices le relaja esta mierda.


Os hicieron un masaje a cada uno y como no, a hombredepacienciainfinita le tocó la masajista guapa, simpática, dulce, sensual y tetuda; y a ti la mal follada, frígida y borde. Selección natural, por supuesto.

Al terminar os dirigieron a una sala muy zen a tomar una copa de cava en unas relajantes a la par que ergonomísimas tumbonas muy chachis.

Y en qué estarías pensando para en lugar de incorporarte y beber de tu copa como dios manda, coger la copa y reclinada hacia atrás echártela directamente entera en los ojos. A ver, ¿en qué? 
Pues seguramente en la puta música de bambú de fondo que te pone de los nervios, en los pelos que asomaban por debajo del albornoz augurando una más que segura falta de frunjimiento nocturno, en la guarra guapa que le guiñaba el ojo todo el rato a tu marido y en el ostión que te habías metido al salir de la sauna turca. Si es que así, no hay quien se ponga zen cojones.

Y menos si al levantarte de la tumbona, compruebas que cierta visita mensual ha decidido adelantarse unos días y el discretísimo cernícalo que tienes por marido grita: "¡Yuhuu, la semana de las mamadas!".

Nunca habías salido de un spa más tensa que cuando habías entrado, y por lo visto para todo hay una primera vez. La próxima vez regaladnos algo relajante de verdad, una sesión de lucha libre por ejemplo.