Todos odiamos algo, los lunes, el despertador, el olor a
sobaco turco del vecino del cuarto, algo.
Tú odias los cambios. Y los meses de junio. Principalmente
porque es el mes que viene siempre con más cambios. Fue en junio también cuando
te dijeron que había un corazón extra latiendo fuerte in da uterus. En
la primera ecografía a finales de mayo había una mancha, en la segunda a
principios de junio había dos. Culpa de junio, fijo.
La cuestión es que el primer año de vida de los vitwingos ha sido bastante gestionable.
Han sido dos felpudos emisores de ruiditos adorables que se quedaban quietos y
sonrientes donde les dejaras.
Ahora caminan. Y es como tener dos zombies
hiperactivos dando vueltas por toda la casa. Os faltan metros y oxígeno por
doquier. Así que una noche tras acostar a the beasts, os mirasteis a los ojos y
dijisteis: "Es el momento. Hagámoslo. Ahora o nunca". Y lo hicisteis.
Después urdisteis vuestro maléfico plan: mudaros a una casa más grande.
Habéis decidido dejarlo todo en busca de un nuevo y más
amplio hogar, con más oxígeno, más habitaciones, más luz, más cerca de la
familia, más económico, más todo: ¡Os mudáis a Iaioland! (Canguros gratis,
¡yuhuuuuuuu!!)
Playas naturales como ésta a 10 minutos de vuestra nueva casa. ¡Bravo!
Pero claro, no todo el monte es orégano y ha habido algunos flecos importantes que gestionar:
El trabajo. Has tenido que hacer de tripas corazón y romper
con tu empresa. Ha sido un “no eres tú, soy yo” en toda regla. Tu futuro
laboral inmediato se va a concentrar en la ardua tarea de ejercer de
madre 24x7 de 3 fieras durante los meses de julio y agosto y estás más acojonada
que si tuvieras que pelearte con 40 gremlins en un parque acuático.
En
septiembre arrancará un nuevo proyecto profesional con matices internacionales
que tendrás muy a bien dedicarle toda tu energía cuando no estés ejerciendo de
madafaca.
Jomío. Estabais aterrorizados por cómo iba a reaccionar vuestro heredero ante tamaño desatino por que es un enamorado de su “Barsalona”, de sus amigos, del fútbol y del puto metro, lo que le gustan a este
niño los trenes…¡!
Tu pequeño yonki ferroviario haciendo ventosa en Scopic Miniatur Barcelona.
- J (Jomío): *cara de por qué mis padres tienen cara de estreñidos*
- T (tú): "..blablabla…y podremos hacer muchas más cosas porque tendremos más tiempo."
- J: "¿Podremos ir a la estación a ver pasar trenes?"
- T: "Hombre, bueno si es lo que quieres, podemos verlo, puedes ir con el abuelo " (Brown dispatching de manual, mamipunto para tí :b).
- J: "Mmm…vale. ¿Y podré hacer espada?"
- T: "Esgrima. Sí, allí podremos hacer más cosas. Podremos viajar más a menudo. ¿A que te gusta viajar? Podremos llevarte a Londres". (Se muere por ir a ver el Big Ben).
- J: "¡Síííí!!! ¡Y a Japón a montar en el tren bala!!"
- T: "Eh..uh..sí, claro, a Japón también".
- J: "Vale. Quiero una galleta".
Total, que lo que vosotros pensabais que sería una escena de drama grecorromano se convirtió en un pim-pam de 22 minutos. Los 218 argumentos de buenos padres, razonables, amorosos y dadivosos que os habíais estado preparando las últimas semanas os los tuvisteis que comer con patatas, porque si hay trenes cerca ¿dónde está el puto problema?.
Así que de momento en esas estáis, preparando la tercera
mudanza de los últimos 4 años y mirando billetes a Japón.
Continuará...